domingo, 6 de marzo de 2022

ANTE LA GUERRA DE UCRANIA: NO DEJAR EN NUESTRO CORAZÓN A NADIE ATRÁS

Primera reflexión (6-3-22)

 Escribo como cristiano, en la convicción de que el Padre ama a todo hombre y mujer que ha caminado, camina o caminará en la historia.

Siento la necesidad de expresar algunas ideas que borbotean en mi corazón en estos días. Si sirven a alguien, ahí van, con más o menos desorden. Son críticas con la generalidad de las posiciones que a día de hoy se están expresando, aunque respetuosas con ellas por la manifiesta buena voluntad de muchos de los corazones de las que brotan.

Hoy, domingo 6 de marzo, no sabemos qué va a ser de esta historia... si será una guerra encapsulada en aquel territorio, si se extenderá a otros, si se descontrolará totalmente, si la humanidad conocerá otra vez bombas atómicas sobre poblaciones llenas de gente indefensa y de niños.

En la mentalidad de Putin -como en la de muchos otros- sí entra y ha entrado la opción de matar, tanto por pragmatismo como a sabiendas, a inocentes. Las intervenciones en Chechenia o en Siria, por ejemplo, lo muestran sin ambages. Es lo que está pasando en Ucrania, en una escalada objetiva que traerá mucho más sufrimiento. Esto es un hecho, pleno de significado, y que supone una radical injusticia y un profundo desamor. No tiene justificación, en la medida de la radicalidad de la injusticia, aún cuando se sufrieran amenazas reales. Obviamente este último aserto no lo cree casi nadie.

Desde esta premisa, la de la visión del hecho como profundamente injusto e injustificable, se amplía la visión... y viene el desconcierto. Querría que este escrito fuera una bocanada de esperanza sobrenatural y una llamada a un amor de no es de este mundo pero que se enraíza aquí. Sin embargo y antes de adentrarnos en esas visiones cristianas debemos situarnos en unos cuantos lugares incómodos, unas cuantas nociones desaparecidas habitualmente de los debates públicos, y ahora radicalmente desaparecidas. En primer lugar, el que haya quien de repente haya descubierto "la guerra"... Se sigue con la cantinela de la supuesta adultez, y el consiguiente "¡en pleno siglo XXI!". Hace poco se decía "¡en pleno siglo XX!"... Bueno... son los dinamismos del siglo en curso los que hacen posible esta guerra y las ignoradas y vigentes... Se trata de guerras de alto calibre y con innumerables víctimas, o de guerras enquistadas, intermitentes u nunca acabadas; o de otras guerras oficialmente terminadas y sin embargo activas en diversas zonas; otras, localizadas desde el principio en regiones de las que los respectivos Estados carecen de control y están dominadas por grupos armados con eventuales confrontaciones con ejércitos o grupos rivales... Todas están ocasionando millones de víctimas entre muertos, heridos, desplazados, empobrecidos, enfermos, etc... Todas tienen dos denominadores comunes que las distinguen de la guerra de Ucrania: en primer lugar, no le interesan a nadie. Nadie va a contar sus muertos ni sus historias. No tienen rostro. No hay niños sufrientes. No existen para la mayoría. La otra diferencia es que tales guerras afectan a los poderes del mundo (implicados en ellas de uno u otro modo) sólo de modo indirecto. La guerra de Ucrania no se diferencia en sufrimiento humano (y por tanto, sagrado) de estas otras, pero afecta de modo directo, directísimo a tales poderes y las sociedades que los sustentan. Por eso puede derivar en una guerra internacional, e incluso nuclear... Nosotros, por puro respeto a los que sufren en Ucrania, para que ese respeto sea real respecto a su dolor y no con ocasión de que salen en la tele y hasta que dejaran de salir, no podemos dejar atrás en nuestras almas a los otros, a millones de hermanos cuyas vidas también son sagradas... Yemen, Siria, Israel-Palestina, Kurdestán, zonas de Irak, de Afganistán, de Pakistán, de Cachemira, del interior de China, de Malaysia, Burma, Filipinas... Etiopía, Somalia, Libia, SurSudán, Centroáfrica, regiones de Egipto, Nigeria, Mali, Camerún, Congo, Mozambique, Burkina, Chad... la guerra de los narcos y las maras en México, Colombia, Honduras, El Salvador, Guatemala, etc

Respecto a todas estas situaciones y muchas más de pasados recientes, creo que es moral y espiritualmente relevante el saber que hoy, los gobiernos de los llamados países "aliados" le digan al señor Putin: oye, que no te es éticamente lícito invadir un país, que no es ético matar civiles... Sí, hemos leído y escuchado bien: gobiernos como los de Estados Unidos, Gran Bretaña y el resto de los "aliados" le dicen -ellos- a Putin que matar civiles es malo... Bueno, esto, por el origen ideológico y no real de la condena, es infructuoso: no va a cambiar el corazón de nadie implicado porque ni siquiera tiene poder para impactar en tales corazones. La historia lo demuestra. Brutalmente.

Gandhi, Dorothy Day, Tonino Bello...

A día de hoy casi nadie cree en lo que ellos defendieron: no sólo la no violencia para las luchas sociales contra la injusticia sino la no violencia activa -y bien activa- contra la guerra. Nada más y nada menos que contra la guerra. Por amor, amor sobrenatural. Suficientemente acogido en muchos corazones como para que se actúe como "pueblo", como comunidad que lucha por su libertad con la convicción de no querer dañar a sus enemigos. Esto -que nadie lo predica, que exige previos espirituales, líderes con espíritu martirial...- significa ante una invasión y entre otras cosas: interposiciones corporales para impedir o dificultar los avances, huelga general indefinida asumiendo las represalias, obstáculos físicos en carreteras, puentes, etc, sabotajes no sangrientos pero constantes; oraciones, cantos, manifestaciones de identidad cultural públicas y ante los agresores, redes de evasión para fugitivos, refugiados, señalados especialmente por el agresor, no colaboración sistemática en administración, logística, economía, etc; uso de tecnologías para romper la censura en el país agresor y hacer llegar a sus gentes la realidad de un pueblo que no se doblega, que sufre injustamente pero que no quiere dañar a nadie: así se puede quebrar la propaganda del agresor y encender la mecha de la oposición en su propio pueblo... Este es el espíritu con el que se enfrentaron muchos indios, por ejemplo, a la brutal matanza masiva ordenada por el general Dyer; el espíritu por el que la sierva de Dios Dorothy Day perdió 90.000 de los 150.000 suscriptores de su periódico por predicar estas locuras en plena guerra mundial; el espíritu por el que el siervo de Dios Tonino Bello movilizó a muchos para ir desarmados a la guerra de Bosnia a mediar,  ayudar, morir...  Morirían muchos, claro... ¿Acaso no mueren hoy? Legítima defensa, claro. Es cierto, y quien no sintiera su corazón fortalecido desde lo Alto para andar por esos caminos, debería defender a los inocentes como pudiera. Con un arma... Pero cuidado con ideologizar esa legítima defensa, con usar el concepto como justificante inicial y total... porque al final se puede responder a una agresión quemando a miles de inocentes en Hamburgo, Dresde o Tokio, o volatilizándolos en Hiroshima o Nagasaki...

(seguiremos si Dios quiere)




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