miércoles, 9 de marzo de 2022

ANTE LA GUERRA DE UCRANIA (III)

 (Tercera reflexión 9-3-22)

La frontera sur...

Como decíamos al final del anterior artículo vamos a conducir esta reflexión hacia un lugar extremadamente incómodo: la valla, el mediterráneo, negros y árabes... No soy yo quien ha relacionado esto con la guerra de Ucrania: tanto en España como en otros lugares de Europa se ha hablado de "refugiados de verdad", y se ha contrastado la brutalidad que están sufriendo las gentes de allí con la que nos espera a nosotros, víctimas al parecer de otra invasión "militar" premeditada. El apelativo "militar" respecto a esta situación viene de la extrema derecha... El establismen (o como se escriba) se ha conformado con hablar de violencia extrema, inusitada, etc... Bueno, es una forma, bien estéril, de lavar la conciencia.

Primero, nuestras premisas. Cristianas premisas. Las gentes de las vallas y las pateras son hermanos. Hijos de Dios, amados del Padre, que han costado, cada uno de ellos, la sangre total de Jesucristo. Son, como nos dice Él mismo, sacramentos de su presencia: son Cristo que viene. Todos ellos. Y, además de esta verdad, enunciada litúrgicamente y apenas creída, resulta que una porción enorme de ellos son buenas gentes, víctimas de situaciones límites, soñadores, personas con la vida en juego para salvar o ayudar a sus familias. Vienen de guerras (olvidadas siempre), vienen de miserias inauditas... huyen de dictaduras o de lugares en que generaciones enteras de jóvenes respiran con desaliento un mensaje que vive en el aire: no hay futuro... Otros, muchísimos de ellos, son enviados por sus familias: que al menos uno de los nuestros, desde las oportunidades que se encuentren en  el mundo rico, pueda ayudarnos... Oportunidades que en cientos de miles de casos consisten en la recogida de migajas de la mesa de Epulón: incluso esas migajas valen la pena, pues, por ejemplo, enviar a algunos lugares 100 euros o menos en un mes, puede suponer alimentos, medicinas, colegio para muchas familias... 100 euros mendigando a la puerta de un hiper, aparcando coches, haciendo alguna chapuza, trabajando en condiciones laborales increíbles en el campo, vendiendo en la manta...

Las enseñanzas sociales de la Iglesia les dan vergüenza a una mayoría de los pocos católicos que saben que eso existe. La criba es feroz, y todo queda reducido a alguna generalidad inoperante que habla de la "dignidad de la persona" o del "carácter humano del trabajo". La vergüenza, el ocultamiento proviene de la evidencia de que indagar un poco en esto comprometería hasta el tuétano, y que además, la cultura vigente desde ese establismen del que hablábamos, inmediatamente nos señalaría como utópicos ingenuos, comunistoides anclados en concepciones obsoletas, etc... Porque resulta que las vallas, el mediterráneo, los movimientos migratorios de carácter masivo, tienen que ver con dominaciones económicas, explotaciones ilegítimas de recursos, usura pura y dura por la que se perpetúan las deudas, negocios con oligarquías podridas de corrupción... Un no mirar a las personas, a cada una de ellas. Los brutales desequilibrios provocan pobrezas y huidas de la pobreza. Nuestra solución: la amenaza, la violencia, la crueldad y un mirar a otro lado...

Monseñor Agrelo, odiado por tantos católicos, es una voz al respecto. Una voz enamorada, sobrenaturalmente enamorada. Y por tanto dolorida hasta el extremo en ese compartir el sufrimiento de los otros. Yo, que soy más bruto, escribo esto: las vallas deben ser derribadas físicamente, entre cantos y oraciones; los policías deben desobedecer, y ser expedientados o despedidos por ello. Así liberarían el corazón del enorme crimen en el que están colaborando; los que llegan a la costa deben ser ayudados, y protegidos de las legales persecuciones. Se deben reconocer e identificar a los muertos, mutilados, heridos, desaparecidos. Nuestras sociedades deben romper el contrato que han establecido con gobiernos que actúan como sicarios... Sicarios que se hacen necesarios a estas sociedades que se defienden de los pobres, y que en la medida que saben que son necesarios se vuelven de cuando en cuando insolentes ante sus empleadores: si no me das esto o esto, o no se firma este acuerdo comercial, o tomas tal o cual postura política en contra de nuestros intereses, dejamos de hacer de sicarios y os viene una avalancha de pobres...

La guerra de Ucrania, con sus matanzas de civiles, sus hospitales atacados, sus niños muertos, son una de las muestras de cómo nos conducimos al negar la sacralidad de la vida. El despojar a los pobres de identidad, explotarlos allá o acá, usarlos cuando conviene y tirarlos cuando sobran, ocultar hasta la impudicia total sus sufrimientos, negarlos incluso, regar de cuerpos las rutas de estos mundos ("el desierto lo limpia todo"), convertir los mares en fosas comunes porque se les niega pasaje en el barco a los que carecen de una mierda de papel accesible sólo a quien tenga dinero o derecho de cuna... perpetuar para siempre las condiciones que hacen posible estos desequilibrios apocalípticos... y, al fin, recibir con brutalidad a los que intentan pasar, es otra muestra del camino a que nos conduce la negación de la dignidad humana.

Me han dicho que alguno se ha borrado de recibir estos mensajes: imagino que con este, que a mi juicio y vistas in situ ciertos lugares y ciertas realidades, me parece contenido y flojillo, se borrarán otros tantos. Bueno, como decía al principio y ahora que la guerra de Ucrania es atendida mediáticamente, no soy yo el que ha expresado el contraste: han sido los gobiernos que condenan a Putin y que apalean a hermanos migrantes y refugiados, y, sobre todo, esos representantes de cierto catolicismo sociólogico, enemigos de la cruz de Cristo y pisoteadores del misterio de la Iglesia. Son, evidentemente, llamados a conversión.

(Si Dios quiere, seguiremos)

lunes, 7 de marzo de 2022

ANTE LA GUERRA DE UCRANIA (II)

 (Segunda reflexión 7-3-22)

Refugiados

...No dejar a nadie atrás... El éxodo es gigantesco. Y visible, pues hablamos de una nación fronteriza con la Unión Europea, cuya zona occidental por ahora no está siendo devastada y además con buenas carreteras. Las historias personales que acompañan estos éxodos son desgarradoras. Sufrimiento sagrado decíamos en el anterior artículo... Muchas personas están respondiendo, las fronteras están abiertas para ellos, se habla de regularizaciones, de acogida... Nosotros mismos, recién empezada la guerra procuramos contactar con quien pudiera ayudar y de hecho entregamos bastante material. Algo que habrá que seguir haciendo, además de las iniciativas que se nos ocurran o se les ocurran a otros... Esto, esta respuesta, parece lo normal ante el sufrimiento ajeno y especialmente ante el sufrimiento inocente. Pero, ¿entonces?...

Desgraciadamente estamos ante una respuesta condicionada por varios factores: los medios hacen que la situación exista, los gobiernos en oposición geoestratégica y económica a Rusia y el bloque que pretende forjar, actúan como bloque frente a este otro y por tanto consideran a las víctimas como víctimas por su significado político y no por ser bebés, discapacitados, ancianos, niños y familias que huyen de una guerra.

Sólo hace unos meses miles de refugiados de otras guerras brutales que han ocasionado el desplazamiento de millones, eran frenados con violencia en la frontera de Lituania y Polonia. Se decía que era una maniobra de Lukashenko... es decir, que este dictador (si es verdad lo de la maniobra orquestada) amenazaba a la Unión, no con misiles, sabotajes, disparos... sino arrojándonos personas pobres fugitivos de conflictos bélicos... Y la Unión vivió esto como verdadera amenaza... Hubo palizas con resultado de muerte, incluso tirando los cuerpos a la zona bielorrusa, había numerosos bebés, embarazadas, ancianos... todos vistos como amenaza para la Unión. Como en la frontera de Grecia con Turquía, donde hace nada doce hermanos murieron de frío después de ser apaleados y despojados de su ropa por fuerzas griegas, aquí también hubo muertos de frío. El gobierno polaco militarizó la zona, la sometió a una especie de ley marcial para prohibir el acceso de la prensa, o de quien quisiera ayudar. Los vecinos fueron amenazados si ayudaban a esas familias de refugiados, se entraba en las casas de las aldeas a registrar... Aquí una anécdota que es más que una anécdota: una mujer polaca, disconforme con las medidas recibió en diversas ocasiones y de modo intempestivo la visita, bien de policías, bien de soldados para registrar su vivienda. En uno de los registros miraron hasta debajo de las camas, y entonces esta mujer les espetó una frase espantosa pronunciada en territorio polaco; les dijo dolorida e irónicamente: "no escondo a judíos"...

Este panorama no es marginal: Europa entera está llena de alambradas y patrullas militares, hay miles de personas varadas desde hace años, en la mas estrecha miseria, con sus familias miles de ellos, y sufriendo violencias inauditas. En las fronteras de Bosnia con Croacia, de Croacia con Eslovenia, de Grecia con Turquía, de Macedonia con Grecia, en todas las fronteras serbias, húngaras, búlgaras, rumanas, albanesas, miles sufren no sólo ante la indiferencia y el silencio sino en el desprecio explícito. Quienes hemos estado en tales lugares hemos visto también, como ahora en Ucrania, niños y niñas de toda edad, bebés, embarazadas, gentes en sillas de ruedas, personas desesperadas, asustadas, con testimonios gráficos de los horrores pasados en sus respectivas guerras... Estos, que ya hace tiempo dejaron de existir para los medios, hoy han desaparecido totalmente. Recuerdo con pesar a un caballerete de Comillas, tertuliano de La Sexta, comentando la maniobra o supuesta maniobra de Lukashenko: lo comparaba con la oleada de refugiados de 2015-2016 para concluir con unas palabras tremendas: "con todo el perjuicio que aquello supuso para la Unión Europea"... Sin ofender, espero que este señor sea sólo imbécil, porque así la responsabilidad se mitiga... Nadie le dijo nada ante un aserto que podría haber emitido un jerifalte de Vox... Sí, todo aquel sufrimiento, aquellas vejaciones, aquellos muertos y heridos en territorio europeo... todos sus periplos para llegar desde Afganistán, desde Irak, desde Siria, toda la experiencia pasada allí, todos los llantos y gritos que contemplamos, la estupefacción, la incertidumbre, los partos al aire libre, los suicidios, los golpes, los disparos, los perros de presa, las heladas, las noches empapados, las picaduras, fiebres, accidentes, los blindados en ciertas fronteras, los asaltos en las montañas por parte de comandos encapuchados o no cuyo modus operandi sistemático era y es: dinero robado, pasaportes quemados, medicinas destruidas, mochilas quemadas, móviles destruidos, despojamiento de ropa, paliza, amenazas de muerte y para atrás, de vuelta al otro lado de la frontera... todo esto y más... era un perjuicio para la Unión Europea. Unos gobiernos que decían que ya  no cabía nadie más, que saben de los millones de refugiados que hay, en condiciones miserables, en Líbano, Jordania, Turquía, y que ahora dice que tiene capacidad para acoger a millones...

Uno imagina la profunda humillación que están viviendo muchas personas, con sus bebés a cuestas y sus niños pequeños agarrados a sus manos cuando perciban que para determinados gobiernos y para grandes sectores de determinadas sociedades, sus pequeños no valen lo mismo que esos otros inocentes que están siendo socorridos. Entonces y al fin esto supone un sutil atentado a la propia dignidad de los ucranianos acogidos: porque, como decíamos más arriba, no son acogidos por su intrínseca dignidad personal sino que ésta es invocada a causa de un significado político. Por eso mismo, como sucedió en la guerra de los Balcanes y en tantas otras, en esta misma guerra hay ya sufrimientos que nadie va a valorar como tales sufrimientos, aunque estén encarnados, también, en niños, en bebés, en ancianos, en familias: por ejemplo, las casi doscientas mil personas que han huido del Donbass a territorio ruso.

No dejar a nadie atrás en nuestro corazón. Aunque no pudiéramos hacer nada tangible en favor de ellos, un cristiano sabe de su identidad: Cristo mismo se ha identificado con todos los que sufren, Dios no olvida a nadie, a nadie, inocente o culpables, tanto más cuando se trata de niños, cuando hay presencia de niños.

Si Dios quiere seguiremos con estas reflexiones: hablaremos de otras fronteras, las del sur, de otros hermanos de los que se pretende con violencia que sí les dejemos atrás en nuestros corazones e ncluso que les condenemos.

domingo, 6 de marzo de 2022

ANTE LA GUERRA DE UCRANIA: NO DEJAR EN NUESTRO CORAZÓN A NADIE ATRÁS

Primera reflexión (6-3-22)

 Escribo como cristiano, en la convicción de que el Padre ama a todo hombre y mujer que ha caminado, camina o caminará en la historia.

Siento la necesidad de expresar algunas ideas que borbotean en mi corazón en estos días. Si sirven a alguien, ahí van, con más o menos desorden. Son críticas con la generalidad de las posiciones que a día de hoy se están expresando, aunque respetuosas con ellas por la manifiesta buena voluntad de muchos de los corazones de las que brotan.

Hoy, domingo 6 de marzo, no sabemos qué va a ser de esta historia... si será una guerra encapsulada en aquel territorio, si se extenderá a otros, si se descontrolará totalmente, si la humanidad conocerá otra vez bombas atómicas sobre poblaciones llenas de gente indefensa y de niños.

En la mentalidad de Putin -como en la de muchos otros- sí entra y ha entrado la opción de matar, tanto por pragmatismo como a sabiendas, a inocentes. Las intervenciones en Chechenia o en Siria, por ejemplo, lo muestran sin ambages. Es lo que está pasando en Ucrania, en una escalada objetiva que traerá mucho más sufrimiento. Esto es un hecho, pleno de significado, y que supone una radical injusticia y un profundo desamor. No tiene justificación, en la medida de la radicalidad de la injusticia, aún cuando se sufrieran amenazas reales. Obviamente este último aserto no lo cree casi nadie.

Desde esta premisa, la de la visión del hecho como profundamente injusto e injustificable, se amplía la visión... y viene el desconcierto. Querría que este escrito fuera una bocanada de esperanza sobrenatural y una llamada a un amor de no es de este mundo pero que se enraíza aquí. Sin embargo y antes de adentrarnos en esas visiones cristianas debemos situarnos en unos cuantos lugares incómodos, unas cuantas nociones desaparecidas habitualmente de los debates públicos, y ahora radicalmente desaparecidas. En primer lugar, el que haya quien de repente haya descubierto "la guerra"... Se sigue con la cantinela de la supuesta adultez, y el consiguiente "¡en pleno siglo XXI!". Hace poco se decía "¡en pleno siglo XX!"... Bueno... son los dinamismos del siglo en curso los que hacen posible esta guerra y las ignoradas y vigentes... Se trata de guerras de alto calibre y con innumerables víctimas, o de guerras enquistadas, intermitentes u nunca acabadas; o de otras guerras oficialmente terminadas y sin embargo activas en diversas zonas; otras, localizadas desde el principio en regiones de las que los respectivos Estados carecen de control y están dominadas por grupos armados con eventuales confrontaciones con ejércitos o grupos rivales... Todas están ocasionando millones de víctimas entre muertos, heridos, desplazados, empobrecidos, enfermos, etc... Todas tienen dos denominadores comunes que las distinguen de la guerra de Ucrania: en primer lugar, no le interesan a nadie. Nadie va a contar sus muertos ni sus historias. No tienen rostro. No hay niños sufrientes. No existen para la mayoría. La otra diferencia es que tales guerras afectan a los poderes del mundo (implicados en ellas de uno u otro modo) sólo de modo indirecto. La guerra de Ucrania no se diferencia en sufrimiento humano (y por tanto, sagrado) de estas otras, pero afecta de modo directo, directísimo a tales poderes y las sociedades que los sustentan. Por eso puede derivar en una guerra internacional, e incluso nuclear... Nosotros, por puro respeto a los que sufren en Ucrania, para que ese respeto sea real respecto a su dolor y no con ocasión de que salen en la tele y hasta que dejaran de salir, no podemos dejar atrás en nuestras almas a los otros, a millones de hermanos cuyas vidas también son sagradas... Yemen, Siria, Israel-Palestina, Kurdestán, zonas de Irak, de Afganistán, de Pakistán, de Cachemira, del interior de China, de Malaysia, Burma, Filipinas... Etiopía, Somalia, Libia, SurSudán, Centroáfrica, regiones de Egipto, Nigeria, Mali, Camerún, Congo, Mozambique, Burkina, Chad... la guerra de los narcos y las maras en México, Colombia, Honduras, El Salvador, Guatemala, etc

Respecto a todas estas situaciones y muchas más de pasados recientes, creo que es moral y espiritualmente relevante el saber que hoy, los gobiernos de los llamados países "aliados" le digan al señor Putin: oye, que no te es éticamente lícito invadir un país, que no es ético matar civiles... Sí, hemos leído y escuchado bien: gobiernos como los de Estados Unidos, Gran Bretaña y el resto de los "aliados" le dicen -ellos- a Putin que matar civiles es malo... Bueno, esto, por el origen ideológico y no real de la condena, es infructuoso: no va a cambiar el corazón de nadie implicado porque ni siquiera tiene poder para impactar en tales corazones. La historia lo demuestra. Brutalmente.

Gandhi, Dorothy Day, Tonino Bello...

A día de hoy casi nadie cree en lo que ellos defendieron: no sólo la no violencia para las luchas sociales contra la injusticia sino la no violencia activa -y bien activa- contra la guerra. Nada más y nada menos que contra la guerra. Por amor, amor sobrenatural. Suficientemente acogido en muchos corazones como para que se actúe como "pueblo", como comunidad que lucha por su libertad con la convicción de no querer dañar a sus enemigos. Esto -que nadie lo predica, que exige previos espirituales, líderes con espíritu martirial...- significa ante una invasión y entre otras cosas: interposiciones corporales para impedir o dificultar los avances, huelga general indefinida asumiendo las represalias, obstáculos físicos en carreteras, puentes, etc, sabotajes no sangrientos pero constantes; oraciones, cantos, manifestaciones de identidad cultural públicas y ante los agresores, redes de evasión para fugitivos, refugiados, señalados especialmente por el agresor, no colaboración sistemática en administración, logística, economía, etc; uso de tecnologías para romper la censura en el país agresor y hacer llegar a sus gentes la realidad de un pueblo que no se doblega, que sufre injustamente pero que no quiere dañar a nadie: así se puede quebrar la propaganda del agresor y encender la mecha de la oposición en su propio pueblo... Este es el espíritu con el que se enfrentaron muchos indios, por ejemplo, a la brutal matanza masiva ordenada por el general Dyer; el espíritu por el que la sierva de Dios Dorothy Day perdió 90.000 de los 150.000 suscriptores de su periódico por predicar estas locuras en plena guerra mundial; el espíritu por el que el siervo de Dios Tonino Bello movilizó a muchos para ir desarmados a la guerra de Bosnia a mediar,  ayudar, morir...  Morirían muchos, claro... ¿Acaso no mueren hoy? Legítima defensa, claro. Es cierto, y quien no sintiera su corazón fortalecido desde lo Alto para andar por esos caminos, debería defender a los inocentes como pudiera. Con un arma... Pero cuidado con ideologizar esa legítima defensa, con usar el concepto como justificante inicial y total... porque al final se puede responder a una agresión quemando a miles de inocentes en Hamburgo, Dresde o Tokio, o volatilizándolos en Hiroshima o Nagasaki...

(seguiremos si Dios quiere)