domingo, 17 de febrero de 2019

VOX: UNA NUEVA OFENSA A DIOS…
La política no se puede sustraer de referencias antropológicas, morales, espirituales. Es decir, de una visión del hombre y de la historia. Decimos «nueva ofensa» porque el panorama que hoy ofrece la generalidad del mundo de la política no se corresponde con la visión que de la persona humana custodia la Iglesia como depositaria de la plenitud de la revelación…
Entre las alternativas que brotan al interior del que hoy es sistema dominante (dios referencial absoluto y exento de críticas esenciales), o en los aledaños del mismo, aparecen en un país tras otro las ofertas de la derecha tradicional presentadas con nuevas energías y con ánimo mesiánico frente a la «disolución de los valores»… Sus contornos fundamentales son fácilmente reconocibles: autoridad y glorificación de la policía frente a los delincuentes; familia, entendida como estable, de clase media, frente a los inmorales; ejército, como compendio de virtudes y valores; unidad nacional sagrada frente a los separatistas, es decir, frente a gentes que cuestionan una verdadera divinidad para proponer otras o no; tradiciones de religiosidad popular como expresión de religión frente a la izquierda que blasfema… y firmeza ante el nuevo enemigo: no ya los comunistas, antiguos demonios de la derecha tradicional, o los judíos según algunas de las variantes de esa derecha… sino los migrantes y refugiados que intentan entrar como pueden porque la ley les ha cerrado las puertas.
Una de estas irrupciones es Vox. Hasta ahora el catolicismo sociológico se ha dirigido al Partido Popular como opción connatural…y vaya usted a saber qué clase de mecanismos operan para que muchos católicos configuren de tal manera su vida como para contemplar algo como el PP identificado con el catolicismo. Es bueno recordar aquella aclaración fundamental que el señor Rajoy expresó en público durante una intervención congresual de su partido. Lo hacía para atacar a los nuevos políticos regeneradores de la izquierda débil que algunos se empeñan en seguir llamando «extrema izquierda». La frase en cuestión era ésta: «algunos piensan que la política es el sermón de la montaña…»… Una buena aclaración… el sermón de la montaña como humo, poesía desvinculada de la historia, irrealidad, romanticismo, ingenuidad…
Bien, esto es lo que queremos precisamente confrontar aquí: el contenido de ese sermón de la montaña, de lo que el propio magisterio de la Iglesia proclama, frente a lo que dice y defiende Vox.
No vamos a hacer una exposición detallada y ordenada de propuestas comparadas, sino un mero comentar, según se nos vaya ocurriendo, lo que vemos como verdadera antítesis…
Vox no cree en el sermón de la montaña, no cree en el amor a los enemigos, en hacer el bien al que hace el mal, en no reclamar lo prestado, en dar el doble de lo que nos pidan, en no condenar, en ofrecer la otra mejilla… No es que no lo vivan, pues sin gracia nadie puede vivir esto, sino que no lo creen porque sus propuestas contradicen estas verdades.
No creen en aquello de «fui forastero y me acogisteis». Según ellos no viene Cristo sino un enemigo, incluidos los bebés y los niños. Fomentando lo más bajo de la condición humana, dicen que vienen a traer enfermedades, a robar puestos de trabajo, a vivir del cuento por medio de ayudas sociales que son negadas a los españoles… Enfermedades, es decir, enfermos… nosotros tenemos la vida y el testimonio de Santa Teresa de Calcuta, de San Camilo de Lelis, de San Juan de Dios, de Damián de Molokai, de miles que sufrirían y se avergonzarían de escuchar a alguien predicando el rechazar a pobres por la posibilidad de que estén enfermos… «Estuve enfermo» nos dice Cristo…
No creen en la comunión de bienes, ni el origen y destino universal de los mismos, ni en la opción preferencial por los pobres, y por eso mismo, por no creer en esto que proclama la Iglesia (al parecer con escaso eco entre sus hijos, pastores y fieles), predican que el que se atienda sanitariamente a cualquier persona es un robo a los españoles. Que compartir es antieconómico, que Dios se ha equivocado al revelar esto con insistencia milenaria y a través de su Iglesia, de sus santos.
No creen a los Padres de la Iglesia cuando calificaban el estado de cosas en que unos mueren de hambre o languidecen en las miserias, como de homicidio y robo organizados. Es decir, consideran demagogia y populismo denunciar un orden de cosas que provoca injusticias hasta la muerte. Entre otras cosas porque los muertos son extranjeros que bien en países pobres o empobrecidos o sometidos. Es decir, porque no se trata, a día de hoy, de españoles. Y los españoles que sufren de injusticias terribles, deben estar alegres de contribuir con sus sacrificios –el de ellos- al combate contra el déficit público y el fortalecimiento de los mercados. No creen en la Sollicitudo rei sociales que escribió San Juan Pablo II, ni en todo lo demás que al respecto se ha proclamado.
No creen en la realidad de «quien quiera ganar su vida la perderá» y por eso su propaganda se basa en excitar una competencia entre pobres en la que unos tendrían preferencia sobre los otros a causa de su partida de nacimiento. No creen en la gratuidad del amor y el que esta verdad rija el mundo de la política.
No creen en la no violencia, ni como opción personal ni como opción comunitaria, política, es decir, como lo que reclamaba San Juan Pablo II para las relaciones entre pueblos y naciones y como modo de abordar los conflictos desatados… Para Vox esto es una estupidez; su mera propuesta, su mera verbalización constituiría un atentado al carácter sagrado (?) de las fuerzas armadas, de la historia de la propia nación, de su honor y etc. Por tanto no creen que haya que prestar atención a las acciones militares que matan a civiles.
Por supuesto no creen en la purificación de la memoria, reclamada por Juan Pablo II no sólo como acción espiritual de la Iglesia sino como cometido de los pueblos. Lo pidió en el año 2000, que unos a otros se pidieran perdón por los agravios históricos… ningún gobierno lo hizo. Y Vox representa la respuesta del nacionalismo ofensivo y sin complejos de quienes quieren una glorificación mítica de los pasados bélicos propuesta como ejemplo de firmeza moral y de amor a la patria para el devenir presente.
No creen en el perdón, que sería signo de mera debilidad y aún de complicidad con el mal. Por tanto no creen en la justicia restaurativa. Creen que esa justicia restaurativa, inexistente hoy, significa vejar a las víctimas. No conciben otra opción que la proporcionalidad del castigo, contemplado éste como respuesta única y cerrada en sí. Su espíritu contiene, a modo de semilla, lo que reclaman muchos de sus oyentes entre el pueblo y que no dudan en explicitar: la restauración de la pena de muerte.
No creen que se deba prestar la más mínima atención, ni nombrar siquiera el problema, respecto a malos tratos y torturas infligidos por representantes de la ley o de la milicia, cuerpos cuyos integrantes no tienen pecado original… Y menos aún si las víctimas son extranjeros pobres. Porque no creen ni en el amor a los que hacen mal, ni contemplan como grito que clama al cielo los ataques a los extranjeros, «vosotros, que fuisteis extranjeros en Egipto»…
No creen en el vínculo que tiene la defensa de los no nacidos con la defensa y el amor universal a los más débiles. Por eso pueden denostar el aborto y a la vez ignorar las necesidades reales de familias pobres, de mujeres pobres, y aún despreciar la vida de los bebés y niños que malviven y mueren al otro lado de nuestras infames fronteras. Es un antiabortismo ya conocido (Reagan, Trump, Orban…) y falso y estéril.
No creen en la vivencia de san Francisco o de tantos otros respecto al sufrimiento gratuito de las criaturas y por eso consideran traición patria la mera discusión respecto a la tauromaquia o la caza deportiva o las tradiciones populares en que se tortura a animales… Por supuesto no creen en la Laudato si, esta encíclica escrita por Francisco y plagada de retos profundos a los que nadie quiere escuchar desde el mundo de la política porque significaría poco menos que pasar a la clandestinidad y la disidencia.
No creen en la presencia del Espíritu en el mundo de las religiones no cristianas. Y concretamente y negando una actividad magisterial de la Iglesia a la que se han entregado ya seis Papas sucesivos, desmienten las relaciones entre cristianos y musulmanes predicando restricciones y prevenciones insultantes respecto a los seguidores del islam.
No creen en la doble advertencia expresada por Francisco en la exhortación sobre la llamada a la santidad Gaudete et esxultate: sobre quienes pretenden oponer las cuestiones de bioética, que serían importantes, frente al drama sangriento de la inmigración, que no lo sería; y frente a quienes dicen defender la vida de los no nacidos pero se muestran indiferentes u hostiles hacia la vida amenazada de niños ya nacidos, en peligro a causa de la injusticia, la guerra y el desamparo o rechazo contra los que huyen de esas guerras y esas injusticias. Fugitivos que van acompañados de sus hijos y de sus embarazos… No creen en nada de esto, y por eso predican la construcción de muros, «como Trump», de intervenciones militares en las fronteras, de miserables redadas para cazar y expulsar a quien no tenga una mierda de papel emitido por los hombres y cuya validez no se confronta con la ley de Dios, es decir, con el amor y el respeto y el derecho debido a toda persona, y más si es un niño, si es un pobre, un enfermo…
No creen en los ejemplos universales de quienes hoy va proponiendo el Espíritu como modelos… Oscar Romero, Jagerstater, Dorothy Day, Primo Mazzolari, Rovirosa, Tonino Bello, Christian de Chergé… y tantos otros y otras que son ignorados por este catolicismo sociológico simpatizante de Vox, porque sus vidas y sus actitudes y creencias contradicen una por una las actitudes y propuestas de este partido…
Y porque no creen en nada de esto reciben la felicitación de estos adalides de los valores evangélicos como son David Duke (dirigente del Ku Klux Klan), Banon, Salvini, Le Pen, Bolsonaro… y todo el cuadro cosmovisivo al que pertenece este partido y que nada tiene que ver con la gracia, el amor y la fe en Jesucristo por mas procesiones de semana santa y más sabatinas legionarias que quieran blindar legalmente…
Hablamos de la derecha de siempre, de ese dios-patria-familia, en que Dios es ofendido en sí a través de la idolatría patriotera y en sus hijos más pobres, la patria manchada por una falsa divinización que impide cualquier corrección histórico-moral y ensalza bellaquerías crueles, y la familia reducida a familia burguesa, desprovista del ser iglesia doméstica, profética… hasta llegar a identificar el bien con el patrimonio, como reza esa repugnante clasificación en que algunos sujetos son definidos como miembros de «buena familia»… ¡Tela!
El deseo de este bosquejo de clarificación es dar alguna luz y pistas para el debate. El deseo más profundo es que los católicos se gocen de serlo por gracia de Dios y reconozcan la verdad toda, los bienes espirituales que se les han dado de modo gratuito para ser repartidos de modo gratuito. Verdad enamorada, bella, ardiente, resplandeciente ante la degradación que representa el odio explícito enunciado por Vox contra extranjeros pobres. No ya sólo el mal que significa el odio y deseo de mal hacia delincuentes, sino el deseo de mal hacia personas por su ideología separatista, por su confesión religiosa islámica y en fin y como enfatizan ellos mismos, el deseo de mal, de cacería, grilletes, deportación, humillación, entrega a la miseria o a una probable muerte de las que luego no queremos saber nada, hacia personas que no tienen la mierda del papelito oficial por el que se les pudiera considerar un poquito ciudadanos como para evitar de momento la persecución…
Hay un deseo aún más profundo para este escrito. Deseo que materialmente se desvincula de cualquier efecto tangible que pudiera tener el texto aquí presente por la sencilla razón de que a las personas a las que se refiere no va a llegarles nunca. Se trata entonces de un deseo que opera en ámbitos solo sobrenaturales. Es el deseo de que los señalados aquí como responsables de esta nueva ofensa a Dios, los señores Abascal, Smith y los demás concentradores del voto del catolicismo sociológico, así como los que en el mundo se sostienen gracias a esa derecha tradicional que falsifica la religión (Trump, Duterte, Bolsonaro, Salvini, Orban y todos los demás) encuentren a Jesucristo. De verdad.
Este es el deseo. Ahora viene la pregunta provocadora y en cuya composición nos ha parecido a bien incluir lenguaje cervantino en aras de la expresividad… Si lo anteriormente dicho sobre lo que no cree Vox es así, aunque todas esas negaciones no fueran compartidas por todos o en el mismo grado; si las proclamas públicas de Vox contradicen groseramente el sermón de la montaña… ¿por qué demoníacas pelotas ese partido se sostiene, crece y seguirá creciendo merced a los votos de una multitud de personas que se autocalifican de católicos y que les votan o les votarán por eso mismo?

1 comentario:

  1. Y entonces, dejándose 'tocar' por tus reflexiones, los bienpensantes hijos de "buena familia" votarán de nuevo PP por aquello de la diatriba moral de lo "menos malo" que tan bien nos enseñaron desde tantos púlpitos y mesitas en charlas y ejercicios espirituales.
    Esta misma diatriba es la que me tiene dudando si hacerme rico metiéndome en política para pillar comisiones o haciéndome empresario y explotar trabajadores.
    Gracias por tus palabras.
    Un abrazo.

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